Jueves por la noche, día normal un poco agitado pero no demasiado. Parece que en estas semanas las ideas cruzan tan rápido por mi cabeza que no me tiempo siquiera de escribirlas, estas vacaciones pintan para un próximo año lleno de cambios, es un buen momento para tomar un respiro y sumergirse en una nueva experiencia.
Por una serie de eventos que en este momento no sabría explicar he tenido la oportunidad de verme cara a cara conmigo mismo. No ha sido desagradable, pero tampoco ha sido reconfortante. Tengo que aceptar que he pasado gran parte de mi vida negandome a mi mismo, incapaz de lograr lo que quería y caminando sin rumbo en mis proyectos y sueños.
El término de este años me ha traído satisfacciones, he quedado bastante satisfecho con mi desempeño en la universidad, he aprendido muchas cosas nuevas y me he acercado más a las cosas que me gustan, como tocar la guitarra. Siento que hace mucho tiempo que no tenía oportunidad de tomar mis acciones y ponerlas en alto como logros, es un momento feliz, pero también es triste.
No puedo evitar poner en una balanza aquello que he alcanzado contra mi propio ser. Puedo darme cuenta que no estoy a mi propia altura, hay todavía mucho que debo de hacer y he hecho muy poco hasta el momento. He dejado muchas veces que el miedo me detenga en el momento de decidir mis proyectos, pero no más. Siendo que pronto será el inicio de un nuevo año es una oportunidad ideal para enfocar mis fuerzas hacia nuevas espectativas.
Es un buen momento para considerar mi persona como un todo. Si comparara cada una de mis habilidades por separado encontraría siempre a alguien que me superara, pero tomandolas todas juntas puedo encontrar lo que tanto busco y llegar a ser alguien mejor. Por supuesto que necesito un propósito en mi camino, y el mejor que puedo conseguir será aquel que Dios me indique.
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